Marianne Lilian Pérez
Robledo
Luthier - Harpsichord and organ maker
Técnica afinadora de pianos
Instrumentos Antiguos de teclado
Construcción por encargo de
Claves, Organos de tubos y
Fortepianos
Buenos Aires - Argentina
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Quizás el descubrimiento del arte infinitamente sutil de la retórica antigua, llevó a los instrumentistas a desear cada vez más intensamente el poder interpretar la música antigua en instrumentos originales, o en sus copias más perfectas. De hecho, los instrumentos originales poseen cualidades y aptitudes ideales (qué otra cosa podría esperarse) para interpretar la música que se escribió para ellos. En el siglo XX se pretendió reinventar especialmente el clave, volcando la más exuberante imaginación en el intento de mejorar y perfeccionar aún más sus características constructivas. Ingenieros y constructores de pianos (Pleyel, Neupert, Witmayer, Sperhacke, etc.) se lanzaron a competir y crear instrumentos "acorazados", llenos de novedosos inventos, pretendidamente capaces de resistir los embates del clima (y las dos guerras mundiales), que resultaron en instrumentos de mecánica ultrapesada, llenos de pequeñas piezas y mecanismos que requieren un gran mantenimiento experto, en los cuales es imposible lograr las delicadas sutilezas de la articulación renacentista y barroca (ni ninguna otra), además de poseer un sonido extremadamente débil y falto de timbre.
El entusiasmo y excitación que producía en los músicos interpretar en instrumentos que se aproximaban un poco más a los auténticos (o en los mismos originales que se conservan en los museos o en colecciones particulares), donde la música antigua cobraba un sentido y lógica imposible de encontrar en estos claves modernos de la primera mitad del siglo XX, fue obligando a los constructores a desandar el camino, y en un proceso muy lento, que aún hoy sorprendentemente no ha concluido, ir aproximándose cada vez más a los originales. Tal vez el miedo a reproducir estructuras tan livianas como las de los viejos claves italianos o flamencos, la incontrolable compulsión inventiva del hombre, o la falta de humildad, impida a la mayoría de los constructores actuales realizar copias fieles. La tecnología maderera de aquellos tiempos permitía que inmensos buques de vela armados sin tornillos ni clavos, pudieran cruzar exitosamente los océanos cargados de lingotes y monedas de oro y plata. Un clave original de Grimaldi, Ruckers, Taskin o Dulcken, tiene tanto para enseñarnos, que sólo reproduciéndolo exactamente podemos aproximarnos a su perfección de proporciones, sonido y mecanismo. El copiar nos obliga a realizar los mismos gestos y adquirir el mismo modo de pensar de estos magníficos constructores, repitiendo las mismas operaciones para fabricar las distintas piezas, muchas de las cuales son pequeñas joyas de la ebanistería. Volver a poner en práctica aquellos rituales lleva a la santidad del más perfecto arte de la luthería. Esto es lo que produce que una perfecta copia realizada por constructores de la talla de Kroesbergen, Klinkhamer o Kennedy, alcance una valuación de USD 45.000 / 50.000 (dólares estadounidenses). Ningún clave construido con los materiales artificiales de un kit, o sin el conocimiento severo que tantos años lleva aprender perseverando en el arte de copiar, puede alcanzar la gloriosa perfección de timbre y mecanismo de esos instrumentos.
El órgano con 2.600 años es el más antiguo instrumento de teclado. Podemos detectar su origen en Grecia, con el nombre de hidraulus, debido a su sistema hidráulico de compresión del aire que alimenta los tubos. Muy lentamente ha ido evolucionando desde sus primitivas formas hasta sus muy elaborados diseños actuales (este proceso nunca se detuvo desde su creación y continúa hoy a fines del S. XX). El accionamiento de las válvulas de los tubos fue evolucionando desde un sistema muy rudimentario de llaves o teclas que se golpeaban con los puños hasta el teclado moderno que se estandarizó ya desde el S. XV hasta nuestros días, tal como se lo puede observar en la iconografía de la época. Se pueden diferenciar los portativos u organetto (pequeños órganos portables que se tocaban con la mano derecha mientras la izquierda movía el fuelle trasero, o apoyado en una mesa con ambas manos mientras un ayudante se ocupaba del fuelle), de procesión (más grandes que los anteriores, usados en estos oficios religiosos al aire libre), y positivos (órganos de mayor tamaño no portables). Los órganos positivos, inicialmente dentro de una caja del tamaño de un ropero grande, o los de gabinete (disimulados en el interior de un mueble), evolucionaron hacia el gran órgano de iglesia totalmente incorporado a la arquitectura del edificio. Hasta el S. XVIII una de sus principales características fue la de la transmisión mecánica (del teclado a las válvulas). Luego, como en casos de órganos con varios teclados y pedalera, y gran número de juegos de tubos, cuando todos estos se acoplaban para unir su sonido la mecánica se tornaba muy pesada, a partir del S. XIX se inventaron diversos sistemas para alivianar los teclados (tanto neumáticos como eléctricos) que fueron en detrimento de la gran sutileza de toque que da la transmisión mecánica. Las muy diferentes formas de bajar una tecla se reflejan en el ataque del sonido del tubo, y esta característica permite redescubrir la retórica de la música antigua para teclado. El órgano se utilizó primeramente para ejecutar líneas melódicas, luego, con el nacimiento de la polifonía, música a varias voces, intabulación de obras vocales, piezas instrumentales y acompañamiento, del canto y del conjunto instrumental. El repertorio incluye a todos los países europeos y coloniales, desde el medioevo hasta el alto barroco y clasicismo.
El clavicordio aparece en el S. XV como evolución del salterio o dulcimer tocado con baquetas. Su sonido es mucho más tenue que el de un laúd renacentista, debido a su mecanismo de producción del sonido que consiste en una chapita de metal (la tangente) montada sobre la parte trasera de la tecla, que percute la cuerda que suena mientras la tangente se mantiene en contacto con ella. Esto permite atacar forte y piano, y vibrar el sonido. Este mecanismo sumado a su pequeña tabla armónica y reducida caja de resonancia, resulta en un sonido extremadamente débil, casi solamente audible para el ejecutante, aunque de grandes posibilidades expresivas. En definitiva es un instrumento íntimo, portable y sutil muy apreciado por grandes compositores como Bach. Su repertorio es el de toda la música del renacimiento y el barroco, ya que aparece en la iconografía europea desde principios del S. XV y se construyó hasta fines del S. XVIII, cuando fue reemplazado por los pianofortes rectangulares.
En el Decameron de Bocaccio (tercera década del S. XIV) aparece quizás por primera vez la mención del cembalo, como instrumento usado para acompañar el canto. Según la iconografía, y algunas descripciones de la época (entre ellas las de Henri Arnault de Zwolle con dibujos del mecanismo, disposición del encordado y teclado, de 1436) consiste en un salterio dotado de un mecanismo con teclado, similar al del órgano y el clavicordio, que tañe la cuerda por medio de un plectro. Este mecanismo no permite los matices dinámicos del clavicordio pero resulta en un volumen sonoro mucho mayor. La ilusión dinámica se logrará con acordes más o menos llenos. Es en cambio muy dúctil y preciso en cuanto a las sutilezas de articulación que lo hicieron reinar (junto al órgano) durante el Renacimiento y Barroco. En la iconografía del S. XV podemos verlo ya con su forma triangular (aunque de tamaño muy pequeño), uno de sus lados curvo y con el encordado perpendicular al teclado. El cembalo (Alemania) o clavicembalo (Italia), clavecin (Francia), harpsichord (Inglaterra), o clave (España) dio origen a una gran familia de instrumentos que describiremos a continuación:
Los virginales (flamencos, ingleses o italianos, ya sea poligonales o rectangulares), por su veloz ataque (dado por una posición ascendente del plectro, en un ángulo de unos 15º respecto de la horizontal), corto sustain (prolongación y decaimiento del sonido) y cálido timbre (sus tablas armónicas solían ser de cedar en vez de pino abeto, produciendo el primero un sonido más dulce y el segundo uno más brillante), son evidentemente el instrumento ideal para la música de los virginalistas ingleses, flamencos y autores italianos como Morley, Byrd, Swelink, Merula, Picchi, etc. (repertorio que abunda en una profusión de adornos, veloces glosas y escalas). Algunos virginales o muselares flamencos poseían una barra con unos clavitos (registro de arpicordium) que pudiendo acercarse a la cuerda provocaban una distorsión del sonido, imitando al regal o el cromorno. Los virginales rectangulares pueden tener el teclado desplazado hacia la izquierda (spinet virginal), centro o derecha del teclado y los poligonales hacia el centro del instrumento, con las cuerdas en paralelo al teclado.
El muselar flamenco es un virginal rectangular con el teclado desplazado hacia la derecha. Esta configuración ubica a los plectros tañendo la cuerda cerca o en el nodo (en su parte media lejos del puente y la cejuela), produciendo un sonido muy aflautado, con gran refuerzo de la fundamental y los armónicos impares. Su repertorio coincide con el del virginal. En cuanto al toque se hacen difíciles las repeticiones de notas, ya que en el nodo la amplitud del movimiento de la cuerda es muy grande y el saltador tarda más en estar en condiciones de volver a tañerla. Los virginales en general se caracterizan por tener dos puentes ubicados en zonas vibrantes de la tabla armónica, a la izquierda y derecha del instrumento, dando por lo tanto un sonido estéreo de diferente timbre, sumamente particular, salvo el spinet virginal (con el teclado desplazado a la izquierda) que tiene el puente izquierdo (largo y recto) apoyado sobre un listón encolado a la parte inferior de la tabla armónica, en el que se anclan las cuerdas. Este diseño convierte a ese puente en una cejuela casi muda y entonces prepondera el sonido del puente derecho (curvo), que transmite la vibración de las cuerdas a la tabla armónica, como ocurre en las espinetas. De ahí que se le denomine spinet virginal.
La espineta (con su forma de ala y reducido tamaño) tiene una sonoridad intermedia entre el virginal y el clave, aunque al tener un encordado más corto no posee la calidad de este último en el registro grave. Las espinetas italianas e inglesas suelen tener una caja más pequeña y de menor altura que las francesas, que por su diseño, tienen un sonido algo más rico y profundo.
Los ottavinos, ya sea con forma de virginal rectangular, poligonal o triangular, suenan una octava más aguda que estos. Se usaron posiblemente como instrumento portátil (muy presente en la iconografía de música al aire libre), tanto para el acompañamiento, repertorio solista o líneas melódicas dentro de conjuntos instrumentales.
Los pequeños claves italianos tempranos, con sus potentes graves, su ataque percusivo y diáfana sonoridad, son instrumentos muy indicados para la realización de continuos. Luego los grandes claves italianos barrocos expresan idealmente la música de Scarlatti y los maestros españoles y portugueses como Soler, Seixas, etc.
Los claves flamencos tempranos, por su corta extensión de teclado nos limitan al repertorio virginalista y los compositores de hasta la primer mitad del S. XVII (y al continuo), aunque su sonoridad es de un equilibrio casi perfecto, ampliamente reconocido en su época. Cabe destacar que el clave flamenco mantiene el ataque violento e incisivo del virginal (dado por el ángulo del plectro). Tenían en general un solo teclado, aunque a fines del S. XVII se construyeron algunos con un segundo teclado transpositor a la cuarta (no al unísono), posiblemente usado para acompañar cantantes de distinto registro sin transportar la tonalidad de la música.
Los claves flamencos ravales (extensión del teclado y agrandamiento de la caja que se practicó sobre todo en Francia en el S. XVIII), adaptados a las necesidades musicales del Alto Barroco, son quizás el instrumento ideal para el repertorio bachiano (Bach manifestaba su agrado por estos instrumentos y los franceses), ya que la complicada polifonía lineal se oye con sus voces claramente separadas. El ravalement de claves flamencos se puso en práctica dado el alto valor que tenían estos instrumentos en su época respecto de los demás. Un clave flamenco del S. XVII podía costar en el S. XVIII diez veces más que un buen clave inglés o francés. Se llegó también a la falsificación de claves imitando la construcción, decoración y hasta la roseta con las iniciales de Ruckers y Couchet (son los llamados claves falsos ravales).
Los claves franceses de fines del S. XVII y todo el S. XVIII (con una caja más ancha y alta, y un ataque más suave dado por su plectro en posición horizontal), poseen una sonoridad oscura y envolvente, perfecta para la polifonía sugerida (a imitación del repertorio laudístico) típica del lenguaje de los clavecinistas franceses de ese período, como Couperin, D'Anglebert, Duphly, etc. Otras de sus características principales es la de incorporar un segundo teclado al unísono con un registro independiente (el registro nasal y una barra provista de cueritos que pueden apagar el sonido de la cuerda, asemejando el registro nasal al sonido de un laúd o arpa). Ambos teclados con sus correspondientes registros (principal 8' y octava 4' en el teclado inferior, y el nasal 8' con la barra apagadora en el teclado superior), se pueden acoplar, permitiendo hacer sonar todos los registros desde el teclado inferior.
Finalmente los claves ingleses se los puede considerar como una derivación en cuanto a su diseño de los flamencos, y a los claves alemanes como a una fusión del diseño flamenco y francés (aunque son escuelas de menor desarrollo y difusión). Los claves ingleses de doble teclado tienen como particularidad un acople distinto al de los franceses. Consiste en el saltador dogleg del registro nasal, que si bien pertenece al teclado inferior junto con el principal y el de octava, avanzando el teclado superior se lo puede enganchar para que esté disponible también en el mismo. Pero este sistema hace que los teclados no puedan ser independientes. El teclado superior queda mudo cuando no está acoplado. Este sistema también se observa en claves flamencos de doble teclado tardíos como los Dulcken del S. XVIII. Los claves alemanes tampoco tuvieron un repertorio específico. Los que se conservan son tardíos, y algunos tienen un registro de octava grave (16') que se ignora si es original de la época o producto de restauradores posteriores. Pero en definitiva no hay un repertorio específico para claves con ese registro. Otra particularidad de los ejemplos tardíos de esta escuela de construcción, es el aditamiento de un swell (persianas móviles) accionadas por pedal, para lograr efectos de crescendo y diminuendo durante la ejecución..
El clavicyterium es un clave con su caja dispuesta en forma vertical. Esto redunda en un ahorro de espacio y una distinta proyección del sonido directamente en dirección al ejecutante. Su repertorio es el del clave.
El claviórgano es un clave o virginal adosado a un órgano. Su ejecución podía ser separada o acoplada en forma simultánea. Se observan en la iconografía desde el S. XVI al S. XVIII. Su repertorio es el de los claves de ese período.
Una mención final para un miembro singular de la gran familia de instrumentos de teclado antiguos es para la claviola o clave con arco de rueda. Praetorius lo describe a principios del S. XVII y se conserva uno fabricado en 1625 por Fray Raymundo Truchado en España. Es un instrumento de aspecto similar a un clave, que produce el sonido por frotamiento de las cuerdas, de la igual manera que la viola de ciego. Unas ruedas con un borde recubierto con un cuero giran accionadas por un mecanismo que movía un ayudante dando vuelta una manija que salía por la cola, o quizás el ejecutante accionando un pedal. Al bajar la tecla un alambre grueso unido a ésta baja levemente la cuerda que se encuentra casi pegada a la rueda (sin tocarla en la posición de reposo), sonando parecido a un instrumento de arco o cuerda frotada (la viola de ciego o hurdygurdy). Se puede al igual que el clavicordio vibrar el sonido. Su repertorio podría ser el del alto renacimiento o temprano barroco, tanto de música solista como de acompañamiento (cumpliendo una función similar a la del lirone en el repertorio monteverdiano y de sus contemporáneos).
El fortepiano (luego llamado simplemente piano), nace como evolución del clavicordio a fines del S. XVII, posiblemente inventado por Cristofori en Italia (aunque muchos de sus contemporáneos se disputan su invención). Su mecanismo consiste en un martillo (recubierto con cuero o fieltro) que accionado por la tecla percute la cuerda, dando como resultado un volumen similar (en un principio) al del clave, pero con la posibilidad de tocar piano o forte (aunque no se puede vibrar la cuerda como en el caso del clavicordio). Se conservan algunos instrumentos, incluso de Cristofori, que combinan registros de clave (con su mecanismo propio) y un registro adicional de martillos, es decir un clave-pianoforte. Para ganar en volumen se le dio cada vez mayor tensión al encordado, y estructuras de la caja más fuertes y pesadas, para resistir esa tensión. Su repertorio fue inicialmente el del clave, por lo tanto es históricamente aceptable intercambiar entre ambos instrumentos la literatura musical del S. XVIII (sólo la percepción aguda del especialista, el profundo estudio histórico, o en los casos de indicación expresa del compositor, se podrá determinar si una obra corresponde más al clave o al pianoforte). Los fortepianos del S. XVIII y de comienzos del S. XIX, poseen un mecanismo mucho más liviano que los pianos de fines del S. XIX y posteriores. Por ello son insustituibles para la ejecución del repertorio de su época. Son imprescindibles para hallar la justa retórica de una sonata de C. Ph. E. Bach, Haydn o Mozart (quienes usaron los exquisitos instrumentos construidos por el alemán Silberman o los austríacos Stein y Walter).